Está sola la calle.
Busco la multitud
y no siento
los ágiles/débiles pasos
en los adoquines.
Camino y veo.
Allí se arrastra el hombre
con los pies en las manos.
Acá gime el que me pide un peso.
Allá la mujer borracha
sonríe como idiota
entre vapores de sueño.
Más lejana, la catedral
insensible a las voces
que me atormentan.
Está sola la calle...
las palomas
aguardan las nueve
para alzarse en vuelo
y el aroma de otro poema
sale de la Cafetera.
Taty Hernández Durán ©
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